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17 de enero de 2014

Estepáridos

¢1

Si yo supiera como
o tuviera con qué 
vendría arrebatado como un perro de estación 
a hacerme 
con una mordida 
de al menos un pedazo de esta soledad abasallante 
que huele a viento y que es de quien ose reclamarla.
Si realmente supiera como 
vendría al sur grande y dejaría de ser yo mismo
y aprendería la lengua de los abandonados
para que la tierra me acepte y la estepa me deshaga 
en una purga solemne, 
y también para que el cielo me amenace de una vez por todas.
Si yo tuviera con qué 
esto es
si fuera mejor o peor o escandalosamente distinto, 
si fuera en realidad un hombre capaz de sobrevivirse, 
si yo fuera, en fin, jodidamente hombre 
entonces vendría al sur y me haría de una parcela 
y una vez habitado el silencio lo prendería fuego todo 
y construiría mi muerte como un refugio
y antes de dormir la buena muerte
libre ya
ardería en luminosos reproches. 

¢2

Mientras los guías hablan de fotografía
yo miro el universo a través de mis ojos brumosos 
y pienso en el primer dolor de cabeza que tuve de niño.
Pienso en dios y lo imagino disfrazado e incluso preguntando
/a quien tengo que pedirle permiso para bajar a la estepa y espantar guanacos?/

Si yo se lo que es la soledad, la violácea soledad del hombre, 
entonces dios también tiene que saberlo. 
Bien.. 
Bien. 

Mientras los guías intercambian lentes y dicen leica y sobrexposición
un animal que no sabe que va a morir salta un alambrado puesto allí 
hace cien años por un peón muerto
al que su capataz, de apellido inglés, le decía “vaya, mudo”
y el tipo iba
y hablaba mucho
pero siempre para adentro
siempre llenando de palabras barrosas su soledad de aljibe

Eso pienso. 

La ruta es hermosa y la negrura que se trenza en punto santa clara en la esquina superior izquierda de mi cerebro 
alcanza un nervio que me obliga a decir que maravilla, mierda! 
y después me hace callar por horas y luego me fuerza a angustiarme y a pensar
en dios, en un dios radiante disfrazado de guanaco que ve al universo
como lo veo yo
como una tremenda maravilla desolada
y a la tierra
su tierra
como un animalario complejo que comienza a rebalsar de fotógrafos.